lunes, 29 de mayo de 2017

Mi participación en Los límites de la corporalidad.

Durante los meses de Abril y Mayo tuve la oportunidad de exhibir mi trabajo junto con el de cinco geniales artistas: Miguel Contreras, Liz Bermúdez, Enderina Montiel, Pablo García Sanoja y Shehaweh Gutierrez. Artistas con los que he compartido espacio de taller, hemos sido compañeros universitarios ahora nos encontramos con el reto de llevar nuestro trabajo a ser exhibido en un espacio con un peso histórico importante, como es el Museo de Arte Contemporáneo de Caracas, oportunidad que requiere una responsabilidad muy grande ya que es uno de los museos más importantes del país, y en algún momento de latinoamérica. Ha sido una experiencia bastante enriquecedora, para nuestra corta trayectoria como jóvenes artístas.

(haz click en la imagen para ampliarla)








Fotos cortesía Eimy Jiménez

Es interesante  porque las propuestas que se conjugan en este espacio a pesar de desarrollarse de forma muy individual e independiente, existe un diálogo que las une en el espacio, como muy bien lo señala Rommel Hervez, curador y quién escribe el texto de sala:

¿Quién podría darnos cuenta de la escultura contemporánea en Venezuela y qué planteamientos aborda esta? ¿Cuál es la vigencia de la escultura tradicional en materialidad y en conceptos? Y, finalmente ¿Cuan involucrados están estos planteamientos escultóricos con el mundo incierto de hoy? Las respuestas a estas interrogantes nos las podrían contestar un grupo de noveles creadores que convergen en la muestra: Límites de la corporalidad. Creadores, quienes han tenido su formación académica en la UNEARTE, presentan su primera colectiva en el Museo de Arte Contemporáneo de Caracas.
Nacidos entre los años de 1992 y 1994, estos jóvenes: Shehaweh Gutiérrez, Carlos Jairran, Miguel Contreras, Liz Bermúdez, Enderina Montiel y Pablo García, denotan  una sólida formación académica en su reflexiva producción. En esta primera etapa, de sus investigaciones, han sido atraídos por el cuerpo humano; objeto de interpretación. Ellos son fieles a una escultura tradicional, vinculada a una figuración que tendía hacia una abstracción orgánica, cuyos referentes: C. Brancusi (1876-1957); Julio González (1876-1942); H Moore (1898-1986) y A. Giacometti (1901-1966);  entre otros, dejaron Huella en la escultura del siglo XX.
¿Qué nos plantean estos jóvenes escultores? Aquí unos posibles diálogos que se tejen entre ellos; el dúo: S. Gutiérrez y C. Jairran, proponen una metáfora del vacío; en el primer caso por la ausencia y fragmentación de partes del cuerpo, sugeridas por un vacío que revela una tensión –en reposo– en el segundo caso, una seducción y tensión entre materialidad  corpórea y espacialidad. La segunda aproximación la realizan: M. Contreras y L. Bermúdez, ambos representan (en sus objetos) a famélicos seres que sugieren un  denso peso corporal y un decaído reptar ¿Lo inerme? Y finalmente el dúo de E. Montiel y P. García, sus objetos,  muchas veces, tienden a cierta etericidad-elasticidad, reflejan –como imagen determinante – a un sentimiento de un aullido silente ¿La angustia?
Develando claves –como generalidad– para comprender  las inquietudes que los impulsan a tridimensionalizar las ideas, se nos hace presente un  concepto contundente, punto de encuentro y familiaridad, que se formula como una comunión incuestionable de relaciones entre ellos; su entorno y el cosmos. La piel. La piel, metafóricamente,  es entendida como campo de batalla, símbolo del cambio, de la transformación, de la transmutación y de la transfiguración. El  cuerpo transita, desde su piel, hacia algo, pero la figuración es solo imagen de una necesidad interior. De modo que la piel es entendida como el límite del cuerpo, para hablar de lo que acontece en el interior del ser humano por acción de lo exterior. Todo el producto, imágenes y procesos, denota una estética del desgarramiento, de la fragmentación, pero atención, paradójicamente, esto no supone una desesperanza, al contrario los cambios de piel –biológica y metafóricamente– son percibidos como maduraciones, crecimientos y transcendencia de la corporalidad interior. El desgarramiento-fragmentación significa un alto, un grito de detención, ergo, otro silencio que se convertirá en sonido y luego grito. De modo que podríamos estar hablando de los ciclos de la experiencia humana. Crecer.
Inmersos en su realidad, en un mundo vorágine de cambios, no tienen otra respuesta que ser intérpretes a tal inmersión. Los avances tecnológicos, así como las consecuencias, acertadas o no, de las acciones humanas, pueden ser raíces de los estados descritos por cada uno de ellos: La fragmentación; la contorción; la incineración; la desfiguración; la exageración de las emociones; La angustia como placer o displacer. La piel, entendida, como campo de batalla de las emociones, de los sentimientos y de razonamientos. Ese campo  permea muchas interrogantes e interpelaciones ¿La piel es incertidumbre?
La disciplina y el rigor –ritual– del trabajo de taller les ha proporcionado elementos formales y conceptuales para estructurar un lenguaje que, ya habla con propiedad. Polímeros y piedras, traducidos como piel, se convierten en epicentro, convergencia, de esas inquietudes humanas, posible reflejo de una confrontación ineludible con la incertidumbre. La piel como territorio del límite, exige ser desbordada, extralimitada. La posibilidad espiritual de ser humano, de aceptar que se es cambio continúo. La piel exterior cambia tanto como la piel interior.

Rommel Hervez, Febrero 2017

Para saber más sobre los artistas y sus trabajos visita: http://loslimitesdelacorporalidad.blogspot.com/

sábado, 27 de mayo de 2017

Video: Los Límites de la corporalidad.

Pequeño documental con palabras de los artistas expositores en la muestra Los límites de la corporalidad que se llevó a cabo en la sala 8 del Museo de Arte Contemporáneo de Caracas.